Adolfo Albán propone
la categoría de Re-existir, como
parte de las ideas que el movimiento decolonial del Sur Global alienta para
toma opciones diferentes a las que la modernidad/colonialidad ha presentado e
impuesto como únicas visiones, en este sentido estos apuntes se basan en dos
textos del citado autor:
1: “Pedagogías
de la Re-existencia. Artistas indígenas y afrocolombianos”
y 2: “Estéticas de la
re-existencia: ¿Lo político del arte?”
(Textos completos pueden consultar al final del artículo).
La re-existencia se conforma por las
diversas formas de inventarse la vida de manera diferente, no es solamente
resistir, sino crear condiciones de vida disímiles, encontrando las fugas o
fisuras que deja la colonialidad del poder.
Con el propósito y
finalidad de consolidar el dominio de los pueblos que habitaban estos
territorios, desde occidente se han construido e impuesto diversas formas de
dominio, ya sea por la colonialidad del poder expresada a través del subordinación
a las formas productivas, políticas y religiosas con la finalidad de
usufructuar las riquezas de las regiones oprimidas; la cual implicó la
imposición de formas concretas de conocimiento que se impusieron a los
pobladores de estas tierras como el único válido y verdadero y que en
consecuencia descalificaban sus sabiduría ancestral, es decir la colonialidad
del saber; estas dos formas de colonialidad se manifiestan en las personas, en
las formas de racialización y discriminación socialmente personalmente
aceptadas, es decir en la colonialidad del ser.
La invasión europea a
estas tierras que el mismo invasor denominó como América, conllevó entonces la
imposición de una clasificación étnica que diferenciaba a los pobres y
oprimidos de quienes les explotaban, esta clasificación-racialización inducía
la creencia que quienes no eran blancos estaban en posición de inferioridad,
por tanto acercarse al blanqueamiento era –y es– una forma de acercarse al
poder. Ser blanco implicaba –e implica– entonces que podía imponer su razón, la
razón colonial, la justificación de la explotación y la opresión y de los
saberes que le sustenta a quienes se le imponía una imagen construida por
otros, la imagen ideada por eurocentrismo, y que adjetivaba –y adjetiva–
nuestras emociones, ideas, dioses, creencias y prácticas de forma negativa para
que las negáramos, para que no pudiésemos re-conocernos, al ser des-arraigados
en aras de una civilización, impuesta desde la modernidad de Europa. De esta modernidad
debemos emanciparnos para que nuestros espacios sociales, nuestros sentidos y
emociones puedan alcanzar el vuelo creador a partir de los resquicios de estos
pueblos explotados.
El arte o en un sentido más amplio la estética, tanto en los
pueblos aborígenes como en la diáspora africana y sus descendientes,
pre-suponen lecturas alternas y opciones diversas, que permitan una educación y
una pedagogía decolonial que conlleve a la reflexión en torno a la forma como
ellos han entendido y expresado su creación diferentes al arte occidentalizado,
aunque en esencia también estén marcadas y permeadas por la sociedad global
moderna, en la producción, distribución, mercado y consumo de estas
manifestaciones culturales, estéticas y/o artísticas.
Las opciones decoloniales pueden ser entendidas entonces como
los procesos de re-conocimiento de trayectos sociales, políticos y económicos,
de historias diversas diferentes a la racionalidad capitalista que se
encuentran en diversas partes, que devuelve el sentido humano de cual fueron
despojados por el hecho colonial en primera instancias y por la colonialidad
después, implementada a través de la imposición de un saber determinado que en
esencia nos convence, como sujetos que somos inferiores a quienes nos oprimen,
de que nos indican que no somos humanos, por tanto es importante visibilizar
estas luchas, estas expresiones contra la colonialidad desde los filosóficos,
epistémico, teórico y práctico, y sobre todo desde la praxis social que pueda
ser gestadora de partos e ideas sobre propuestas y opciones que evidencien la
colonialidad.
La estética y el arte constituyen un espacio para la
reflexión del sistema de re-presentación sobre se cimientan las estructuras de
poder, de las imágenes que les avalan, de sus significados y significantes, de
sus enunciados y por supuesto es el
espacio que permite la construcción de otras visiones y otros mensajes con
significados diferentes más allá de la añoranza de lo antiguo es asumir la
historia (en cuanto hecho) como punto de partida para elaborar una historia (en
cuanto investigación) que brinde opciones a las grandes mayorías hasta ahora
oprimidas y explotadas; cuyo espacio de creación otras mentalidades se
encuentra en cultura, la historia, la estética y el arte en como educación.
La estética y el arte no pueden desvincularse de las
contradicciones de la realidad, de sus desigualdades, para sumirse en la
representación abstracta y sin compromiso. Por ello la posición crítica de la
trans-modernidad de Dussel como proyecto mundial de la Alteridad co-esencial de
la modernidad, donde no se trata de añorar lo pre-moderno como afirmación del
pasado por este mismo, ni de una propuesta anti-modernidad, como los
conservadores, nazis, fascistas o los populistas, ni de la negación de toda
modernidad. Se plantea entonces un
proyecto de liberación político, social, económico, ecológico, erótico,
pedagógico, religioso que permita a los oprimidos ir más allá de lo que propone
la modernidad, a lo esencial de su ser, a su conformación y valoración ética y
ontológica de sujetos que han sido negados en su existencia a sujetos de
existencia plena, como sociedades con potencia política.
El artista debe reactualizar la posición del ser humano en
el universo, más allá de imitar la naturaleza o de expresar su belleza, por
tanto la estética y el arte debe ser un canto a la vida, desde la vivencia
subjetiva, más allá del compromiso adulador a las fuentes de poder que le
brinden una curaduría para una galería o museo, para convertirse en expresión
de la historia ante los co-gestores de la cultura, de las mayorías los seres
humanos, es decir de los explotados, no para crear nuevos o grupos formas de
escisión, sino para incluir a los grandes sectores hasta ahora excluidos.
Los pueblos aborígenes y de herencia africana son dinámicos
como toda cultura, pero debe asumirse desde la memoria de larga duración para
comprender los cambios sufridos a través del tiempo, para comprender la
re-vitalización de las memorias individuales y colectivas como mecanismos
políticos de auto-representación, diferentes de las re-presentaciones que lo
otros hacen de ellos y que se imponen al margen de su propia valoración. Por
tanto permite recuperar el pasado desde la memoria de los sectores marginados,
lo cual permite percibir los aspectos generales de la explotación, así como las
formas de resistencia que asumen, pero sobre todo las de re-existencia en
cuanto formas alternas de vivir, de ser feliz, y de conseguir determinadas
metas, más allá de los escritos presentados por la historiografía oficial.
Para Albán las estéticas de la re-existencia quizás “no sean otra cosa que el acto político de
vivir procurando, sin negociación alguna, alcanzar la dignidad y desestructurar
las formas de poder y dominación que, desde lo material hasta lo simbólico, se
construyen y circulan en esta época de un capitalismo desbocado y criminal. Tal
vez las estéticas de re-existencia sean el susurro de prácticas decoloniales
que avizoran formas otras de ´buen vivir´”.
Ver:
Albán Achinte, Adolfo.
“Pedagogías de la Re-existencia: Artistas indígenas y afrocolombianos”, en:
Walsh, Catherine (ed.). Pedagogías
decoloniales: prácticas insurgentes de resistir, (re)existir y
(re)viver. Quito, Ecuador, Ediciones Abya Yala, 2013, tomo I, pp. 443- 468.
Albán Achinte, Adolfo. “Estéticas de la re-existencia:
¿Lo político del arte?”, en: Mignolo, Walter y
Gómez Moreno, Pedro Pablo (editores), Estéticas y opción decolonial. - Bogotá :
Universidad Distrital Francisco José de Caldas, 2012, pp. 281- 295.
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