miércoles, 12 de septiembre de 2018

Adolfo Albán: Re-existir desde el Sur Global




Adolfo Albán propone la categoría de Re-existir, como parte de las ideas que el movimiento decolonial del Sur Global alienta para toma opciones diferentes a las que la modernidad/colonialidad ha presentado e impuesto como únicas visiones, en este sentido estos apuntes se basan en dos textos del citado autor:

1: “Pedagogías de la Re-existencia. Artistas indígenas y afrocolombianos
y 2: “Estéticas de la re-existencia: ¿Lo político del arte?
(Textos completos pueden consultar al final del artículo).

La re-existencia se conforma por las diversas formas de inventarse la vida de manera diferente, no es solamente resistir, sino crear condiciones de vida disímiles, encontrando las fugas o fisuras que deja la colonialidad del poder.

Con el propósito y finalidad de consolidar el dominio de los pueblos que habitaban estos territorios, desde occidente se han construido e impuesto diversas formas de dominio, ya sea por la colonialidad del poder expresada a través del subordinación a las formas productivas, políticas y religiosas con la finalidad de usufructuar las riquezas de las regiones oprimidas; la cual implicó la imposición de formas concretas de conocimiento que se impusieron a los pobladores de estas tierras como el único válido y verdadero y que en consecuencia descalificaban sus sabiduría ancestral, es decir la colonialidad del saber; estas dos formas de colonialidad se manifiestan en las personas, en las formas de racialización y discriminación socialmente personalmente aceptadas, es decir en la colonialidad del ser.

La invasión europea a estas tierras que el mismo invasor denominó como América, conllevó entonces la imposición de una clasificación étnica que diferenciaba a los pobres y oprimidos de quienes les explotaban, esta clasificación-racialización inducía la creencia que quienes no eran blancos estaban en posición de inferioridad, por tanto acercarse al blanqueamiento era –y es– una forma de acercarse al poder. Ser blanco implicaba –e implica– entonces que podía imponer su razón, la razón colonial, la justificación de la explotación y la opresión y de los saberes que le sustenta a quienes se le imponía una imagen construida por otros, la imagen ideada por eurocentrismo, y que adjetivaba –y adjetiva– nuestras emociones, ideas, dioses, creencias y prácticas de forma negativa para que las negáramos, para que no pudiésemos re-conocernos, al ser des-arraigados en aras de una civilización, impuesta desde la modernidad de Europa. De esta modernidad debemos emanciparnos para que nuestros espacios sociales, nuestros sentidos y emociones puedan alcanzar el vuelo creador a partir de los resquicios de estos pueblos explotados.

El arte o en un sentido más amplio la estética, tanto en los pueblos aborígenes como en la diáspora africana y sus descendientes, pre-suponen lecturas alternas y opciones diversas, que permitan una educación y una pedagogía decolonial que conlleve a la reflexión en torno a la forma como ellos han entendido y expresado su creación diferentes al arte occidentalizado, aunque en esencia también estén marcadas y permeadas por la sociedad global moderna, en la producción, distribución, mercado y consumo de estas manifestaciones culturales, estéticas y/o artísticas. 

Las opciones decoloniales pueden ser entendidas entonces como los procesos de re-conocimiento de trayectos sociales, políticos y económicos, de historias diversas diferentes a la racionalidad capitalista que se encuentran en diversas partes, que devuelve el sentido humano de cual fueron despojados por el hecho colonial en primera instancias y por la colonialidad después, implementada a través de la imposición de un saber determinado que en esencia nos convence, como sujetos que somos inferiores a quienes nos oprimen, de que nos indican que no somos humanos, por tanto es importante visibilizar estas luchas, estas expresiones contra la colonialidad desde los filosóficos, epistémico, teórico y práctico, y sobre todo desde la praxis social que pueda ser gestadora de partos e ideas sobre propuestas y opciones que evidencien la colonialidad.

La estética y el arte constituyen un espacio para la reflexión del sistema de re-presentación sobre se cimientan las estructuras de poder, de las imágenes que les avalan, de sus significados y significantes, de sus enunciados y  por supuesto es el espacio que permite la construcción de otras visiones y otros mensajes con significados diferentes más allá de la añoranza de lo antiguo es asumir la historia (en cuanto hecho) como punto de partida para elaborar una historia (en cuanto investigación) que brinde opciones a las grandes mayorías hasta ahora oprimidas y explotadas; cuyo espacio de creación otras mentalidades se encuentra en cultura, la historia, la estética y el arte en como educación.

La estética y el arte no pueden desvincularse de las contradicciones de la realidad, de sus desigualdades, para sumirse en la representación abstracta y sin compromiso. Por ello la posición crítica de la trans-modernidad de Dussel como proyecto mundial de la Alteridad co-esencial de la modernidad, donde no se trata de añorar lo pre-moderno como afirmación del pasado por este mismo, ni de una propuesta anti-modernidad, como los conservadores, nazis, fascistas o los populistas, ni de la negación de toda modernidad. Se plantea entonces un proyecto de liberación político, social, económico, ecológico, erótico, pedagógico, religioso que permita a los oprimidos ir más allá de lo que propone la modernidad, a lo esencial de su ser, a su conformación y valoración ética y ontológica de sujetos que han sido negados en su existencia a sujetos de existencia plena, como sociedades con potencia política.

El artista debe reactualizar la posición del ser humano en el universo, más allá de imitar la naturaleza o de expresar su belleza, por tanto la estética y el arte debe ser un canto a la vida, desde la vivencia subjetiva, más allá del compromiso adulador a las fuentes de poder que le brinden una curaduría para una galería o museo, para convertirse en expresión de la historia ante los co-gestores de la cultura, de las mayorías los seres humanos, es decir de los explotados, no para crear nuevos o grupos formas de escisión, sino para incluir a los grandes sectores hasta ahora excluidos.

Los pueblos aborígenes y de herencia africana son dinámicos como toda cultura, pero debe asumirse desde la memoria de larga duración para comprender los cambios sufridos a través del tiempo, para comprender la re-vitalización de las memorias individuales y colectivas como mecanismos políticos de auto-representación, diferentes de las re-presentaciones que lo otros hacen de ellos y que se imponen al margen de su propia valoración. Por tanto permite recuperar el pasado desde la memoria de los sectores marginados, lo cual permite percibir los aspectos generales de la explotación, así como las formas de resistencia que asumen, pero sobre todo las de re-existencia en cuanto formas alternas de vivir, de ser feliz, y de conseguir determinadas metas, más allá de los escritos presentados por la historiografía oficial.

Para Albán las estéticas de la re-existencia quizás “no sean otra cosa que el acto político de vivir procurando, sin negociación alguna, alcanzar la dignidad y desestructurar las formas de poder y dominación que, desde lo material hasta lo simbólico, se construyen y circulan en esta época de un capitalismo desbocado y criminal. Tal vez las estéticas de re-existencia sean el susurro de prácticas decoloniales que avizoran formas otras de ´buen vivir´”.

Ver:
Albán Achinte, Adolfo. “Pedagogías de la Re-existencia: Artistas indígenas y afrocolombianos”, en: Walsh, Catherine (ed.). Pedagogías decoloniales: prácticas insurgentes de resistir, (re)existir y (re)viver. Quito, Ecuador, Ediciones Abya Yala, 2013, tomo I, pp. 443- 468.

Albán Achinte, Adolfo. “Estéticas de la re-existencia: ¿Lo político del arte?”, en: Mignolo, Walter y Gómez Moreno, Pedro Pablo (editores), Estéticas y opción decolonial. - Bogotá : Universidad Distrital Francisco José de Caldas, 2012, pp. 281- 295. 

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