El
concepto de transmodernidad es fundamental para comprender los procesos que se
plantean desde la opción decolonial, por cuanto la modernidad se ha implantado
de múltiples formas y todos estamos inmersos en ella, sin excepción. Algunos en
su totalidad, otras comunidades, otros pueblos aunque han sido sometidos a
sistemas desde la modernidad han mantenido formas alternas al proyecto moderno,
en este sentido, desde esas experiencias pueden hacerse críticas tanto a los
mismos pueblos en su estructura sometida y moderna, y en su parte externa al
proyecto moderno en su conjunto.
El
mercado del capitalismo mercantil se abre con la invasión española a estas
tierras denominadas por los conquistadores como América, donde se da inicio a
la primera modernidad, la cual según Dussel empieza en España, aspecto
contrario a las interpretaciones que existen en Europa y Estados Unidos, e
incluso en la misma aludida nación. Esta primera modernidad se ubica
aproximadamente entre 1492 y 1630; con características musulmanas por
Andalucía, influenciada por el Renacimiento italiano llegado con la «Reforma»
del cardenal Cisneros, así como con la influencia de los dominicos
salmatiences, y con la corriente barroca del jesuita representado por el
filósofo Francisco Suárez, que inicia el pensamiento metafísico moderno, quien
influye en la formación de Descartes. Asimismo la literatura moderna se
inaugura con «El Quijote», con personajes que oscilan entre el islamismo y el
cristianismo de la modernidad europea; la primera gramática corresponde a
Nebrija en 1492, mientras la primera revolución burguesa se da en Castilla,
cuando los comuneros pelean por los fueros urbanos en 1521, y la primera moneda
mundial fue de la plata de México y Perú que pasaba por Sevilla y llegaba
China. Para Dussel «es una Modernidad mercantil, preburguesa, humanista, que
comienza la expansión europea».
A
esto sigue una Segunda modernidad, en las españolas Provincias Unidas de los
Países Bajos, que termina a principios del siglo XVII, cuando se encuentra un
desarrollo de la Modernidad, propiamente burguesa (1630-1688). Para Dussel la
Tercera modernidad, es inglesa y luego francesa, que parte del modelo antes
descrito que filosóficamente fue iniciado por Descartes y Spinoza, ampliándose
con mayor ámbito la «práctica en el individualismo». La revolución industrial
culmina de concretar el predominio de la modernidad en diversos sentidos.
Parte
de allí la imposición de un tipo de ideas, conceptos, visiones que tienen por
finalidad justificar el sistema que se implanta, desde una óptica universal que
pretende tomar como esencia el ser. Por ello quienes no pertenecen a este mundo
se ubican en la zona del «no ser», es decir se duda hasta de su condición
humana, son los racializados, etnizados, explotados y oprimidos. El concepto de
transmodernidad es diferente al de postmodernidad en cuanto éste designa una
etapa posterior de la modernidad mientras la «transmodernidad» indica aquellos
procesos que pueden permitir lo inédito viable que están precisamente en esos
sectores que han sido excluidos y, por esa razón, mantienen elementos diversos
tradicionales unos e inventados otros que escapan a la lógica de la modernidad.
La
crítica es una palabra que proviene del griego que indica por una parte
«crisis», pero asimismo se puede asumir como «juicio» y en su acepción prima de
«tomar distancia», cuya acción es necesaria para comprender los procesos que se
viven, y por tanto quien mejor puede tomar distancia son aquellos que no están
dentro, que en el caso de la modernidad son los excluidos, racializados y
explotados. Por esto ellos constituyen parte esencial del locus enunciador, de
la red colonialidad – modernidad – decolonialidad / epistemología del Sur.
Desde
la visión crítica se puede abordar los temas no como «universos» sino como
«pluriversos», entendiendo que el primero es una visión unívoca, una versión
válida para todos; mientras el «pluriverso» refiere a aspectos que se
vislumbran en una o muchas culturas, pero que puede llegar a ser asumido por la
humanidad entera en el planeta. En lo «pluriversal» existen semejanzas y en
éstas no hay identidad pero tampoco diferencia. En estas semejanzas existe
distinción y afinidad.
Por
tanto el vocablo «pluriverso» es un término técnico, ético, ontológico,
filosófico que nos acerca a esa visión del mundo que viene, de lo inédito
viable.
Es
claro que la «post-modernidad» se inscribe aun en el sistema de la modernidad,
por tanto no rompe con ella, de allí que como opción alterna se presente la
categoría de «trans-modernidad» es decir la superación de la misma a través de
los resquicios que deja entrever, de la fisuras existentes en la modernidad.
Dussel
plantea que la modernidad que se conforma a través del capitalismo, el
colonialismo y el sistema-mundo, no es coetánea con la hegemonía europea como
«centro» del mercado mundial con respecto a las demás culturas. Por tanto no
existe sincronía entre la «centralidad» de la modernidad y el mercado mundial,
porque Europa se asume como centro luego de implantada la «modernidad». Hasta
1789, argumenta Dussel, China e Indostán mantenían la importancia económica del
mercado mundial con porcelana, tela de seda que no igualada por Europa, quienes
no tenían nada que ofrecer al mercado externo oriental y que había podido
comprar en el mercado chino por la plata que ingresaba desde la colonia
americana, especialmente de Perú y México (aunque Wallerstein afirma que la
centralidad cultural y el mercado europeo si eran coexistentes).
Europa
empezó a ser el «centro» del mercado mundial después de la revolución
industrial y, a partir de allí, amplificar el sistema-mundo; mientras en el
plano cultural asume la hegemonía con la Ilustración, cuyo origen se encuentra
en la filosofía averroísta del califato de Córdoba como pasó en la obra del
filósofo marroquí Al-Yabri. La hegemonía central e ilustrada de Europa
apenas alcanza un poco más de dos siglos, «¡Sólo dos siglos!» exclama asombrado
Dussel porque es históricamente un plazo muy corto para conformar un núcleo
ético-mítico, ante «culturas universales y milenarias como la china y otras del
extremo oriente (como la japonesa, coreana, vietnamita, etc.), la indostánica,
la islámica, la bizantino-rusa, y aún la bantú o la latinoamericana».
Estas culturas –continúa Dussel– que se presentan como «exteriores» a la modernidad y continúa una parte esencial del planteamiento: por una parte son negadas como cultura:
Estas culturas –continúa Dussel– que se presentan como «exteriores» a la modernidad y continúa una parte esencial del planteamiento: por una parte son negadas como cultura:
«Esas
culturas han sido en parte colonizadas (incluidos en la totalidad como negadas…
pero en la mejor estructura de sus valores han sido más excluidas,
despreciadas, negadas, ignoradas más que aniquiladas. Se ha dominado el sistema
económico y político para poder ejercer el poder colonial y acumular riqueza
gigantescas, pero se ha evaluado a esas culturas como despreciables,
insignificantes, no importantes, no útiles»
Y,
por contradicción, ese mismo desprecio les ha permitido sobrevivir en el
silencio, la oscuridad y el menosprecio tanto de sus propias élites de la
modernidad europizada, para argumentar:
«Esa
“exterioridad” negada, esa alteridad siempre existente y latente indica la
existencia de una riqueza cultural insospechada, que lentamente renace como las
llamas del fuego de las brasas sepultadas por el mar de cenizas centenarias del
colonialismo. Esa exterioridad cultural no es una mera “identidad” sustantiva
incontaminada y eterna. Ha ido evolucionando ante la Modernidad misma; se trata
de una “identidad” en sentido de proceso y crecimiento pero siempre como
exterioridad»
Estas
culturas son universales, alternas, asimétricas desde sus «condiciones
económicas, políticas, científicas, tecnológicas, militares» y mantienen una
«alteridad con respecto a la propia Modernidad europea», con la cual han
convivido, respondiendo a su manera a los desafíos que presenta «no están muertas
sino vivas, y en la actualidad en pleno proceso de renacimiento» en la búsqueda
de caminos para su desarrollo futuro, pero al no ser «modernas» tampoco pueden
ser «post-modernas». Escribe Dussel «son Pre-modernas (más antigua que la
modernidad), coetáneas a la Modernidad y próximamente Trans-modernas». Las
culturas china o vedantas no podrán nunca ser post-moderno-europeas, «sino otra
cosa muy distinta y a partir de sus propias raíces».
De
manera que el concepto de «trans-moderno» señala la novedad radical que irrumpe
desde la Exterioridad alterna, de los diferentes, de culturas universales en
proceso, que asumen los desafíos de la modernidad y la postmodernidad ya sea
europea o norteamericana, pero son respuestas desde otro lugar de enunciación
locus de enunciación, es decir other Location, por tanto indica en primer
lugar que el punto de partida son las propias experiencias culturales por lo
que pueden responder con soluciones inimaginables para la cultura moderna o
postmoderna. La cultura trans-moderna puede asumir incluso aspectos positivos
de la modernidad, evaluados desde criterios diferentes de otras culturas
milenarias, es pluriversalmente rica, diversa y establecerá un diálogo
intercultural profundo desde las asimetrías existentes.
Referencias
DUSSEL, Enrique (2015). Filosofía de la cultura y Transmodernidad: ensayos. México, Universidad Autónoma de la ciudad de México.
DUSSEL, Enrique (2003). «Transmodernidad e interculturalidad». Interpretación desde la Filosofía de la Liberación, en: Revista Erasmus, año V – N° 1/2- 2003.
Enrique Dussel. Pluriverso y Transmodernidad (video)
Ver: https://www.youtube.com/watch?v=BGuOaTey2UY
Ramón Grofoguel. Transmodernidad y pluriversalismo (video)
Ver: https://www.youtube.com/watch?v=RvYV0uqtaxA
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